por Patricia Nicholls
En el momento en el que llegamos al mundo; nuestra vida ya forma parte de un entramado que inició hace tiempo: padres, abuelos, tíos, hermanos. Al mismo tiempo, iniciamos el tejido de nuestra vida. En la familia, el colegio, la comunidad donde vivimos. Así, pasa el tiempo, horas, días, meses, años.
El tejido de nuestra vida se forma por instantes. Esas pequeñas cosas cotidianas que transcurren sin darnos cuenta. Podemos recordar fiestas de fin de año, cumpleaños, vacaciones, finales de ciclos escolares, aniversarios. Alegrías, satisfacciones, tristeza, dolor. El rompimiento de una primera relación, la graduación. Mucha de nuestra atención está puesta en “cuando sea.., cuando llegue a..”. Estos pensamientos dan dirección a nuestra vida y son el motor para lograr nuestras metas y objetivos. Lo que vivimos diariamente pasa desapercibido o no es tomado muy en cuenta por ser rutina. Sin embargo, en esas actividades cotidianas hay sentidos y significados.
Estos “sentidos del momento” los podemos descubrir estando presentes en cada actividad. ¿Cuál es el significado de asistir al colegio o al trabajo? Para que preparar la comida cuando hay prisa y tal vez, ni siquiera tengo la oportunidad de compartirla con mis seres queridos? ¿Me doy cuenta de lo que es la solidaridad hasta que hay un evento como un temblor o una enfermedad?
Habrá muchos momentos como estos en mi vida. Sin embargo, cada uno es único, irrepetible. De estos instantes está formado el tejido de la vida de cada uno de nosotros. Sólo nos toca elegir cómo construirlos, apreciarlos, verlos; para que sean de colores vivos y vibrantes. Y para qué el entramado de las vidas que toquemos se vea enriquecido.
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