top of page

Tu Libertad y tu Habilidad de Responder.

Actualizado: 13 ago 2021

Por Cecilia Paredes


Todos tenemos quejas y, generalmente, tienen que ver con lo que otros hacen o “nos hacen”. Con lo que nos pasa, o no nos pasa, en la vida. Pero ¿tú qué haces cuando algo se presenta diferente a lo que esperabas? ¿Cómo respondes ante estas circunstancias? Es común enojarnos o entristecernos, sentir injusticia o vulnerabilidad. También es común sentir que somos víctimas de la situación que los demás provocan o que la vida nos presenta, como si no tuviéramos posibilidad de acción, como si lo que merecemos no llegara a nuestras vidas. Sin embargo, es posible tomar una actitud diferente ante lo que la vida nos propone y soltar el pesar, usar nuestra libertad de elección para responder de otra manera ante eso que no nos gusta y caminar más felices por la vida.

El lenguaje de la víctima se escucha parecido a “me hacen enojar”, “me obligan a hacer lo que no quiero”, “me haces sentir avergonzado”, “no me dan lo que merezco”, etc. Es el lenguaje de quien siente que no tiene elección ante lo que le está ocurriendo. ¡Qué difícil es sentirse sin poder alguno para actuar o sin la capacidad de decidir! Es como esperar que la vida responda ante lo que nosotros pedimos y consideramos merecer.

Fred Kofman, un reconocido coach internacional, quien inspira su trabajo en Viktor Frankl, empieza sus conferencias sosteniendo un lápiz con dos dedos. En seguida, el lápiz está en el suelo y pregunta, ¿por qué cae el lápiz? La respuesta más común es: por la gravedad. Sin embargo, él tuvo que soltar la presión sobre el lápiz para que cayera: la gravedad no le arranca el lápiz de la mano. ¿Por qué contestas el teléfono? Porque sonó. ¿Por qué llegas tarde? Porque había tráfico. ¿Por qué no entregas tu trabajo? Porque el internet falló. ¿Por qué tu relación está destrozada? Porque me hace, porque no me ve, porque no me entiende, porque no se da cuenta de cómo me lastima, porque no deja de hacer tal cosa. Todas estas respuestas señalan a otro o a una situación fuera de nuestro control, es decir, señalan hacia afuera. Esta es la posición de víctima que nos deja maniatados pues, cuando el otro o la vida son quienes tienen que actuar para que yo me sienta feliz, yo me quedo desamparado y sin posibilidad de acción.




Es aquí cuando la responsabilidad puede cambiarnos la vida. No me refiero a la carga de cosas que necesitamos hacer, sino a la responsabilidad entendida como la habilidad de responder: respons-habilidad. La capacidad de tomar postura o dar respuesta, de tener una actitud que ayude a resolver lo que nos esté afectando, aunque no seamos quien origina la situación -ultimadamente, si me afecta, es mi problema. Es considerarse parte del problema para poder ser parte de la solución e identificar qué está en mí hacer o qué puedo llevar a cabo de forma distinta para que la situación cambie. Es dejar de esperar que la vida nos responda, pues somos nosotros quienes tenemos que responderle a la vida. Es usar nuestra libertad de elegir para apropiarnos de lo que nos aqueja y ver qué sí está en nuestras manos hacer. Si bien muchas veces no podemos cambiar la circunstancia, siempre habrá posibilidad de afrontarla con otra actitud.

Así podemos ver que la responsabilidad, entendida como la habilidad de responder, es hermana de la libertad, pues para poder dar respuesta es necesario usar nuestro libre albedrio, es decir, elegir. Podemos elegir entre quedarnos con la camisa de fuerza de la actitud de víctima o elegir cuestionarnos qué nos pide la vida que aportemos ante cierta situación, qué podemos buscar más allá de nuestra mirada -o más acá- para dar una respuesta diferente. Cuando encuentro a una persona con actitud de víctima que quiere que algo o alguien cambie, le pido que se ponga de pie, estire el brazo y gire su cuerpo. Ese espacio es su círculo de acción. Tendemos a querer controlar lo que está afuera antes de ver las posibilidades que tenemos en nosotros mismos. “Tu poder llega hasta aquí,” le digo, señalando la punta de sus dedos. Así es posible ver que pueden elegir su actitud, acción y respuesta, y sentirse mejor con ellos mismos. Se puede ilustrar de la siguiente forma.


He de dejar claro que no se trata de verse de forma que se aparte la mirada de los demás. Se trata de vernos a nosotros mismos como capaces de dar una respuesta de acuerdo con lo que nuestra conciencia nos dicte y de acuerdo con lo que consideremos que nos hace bien y nos permite evolucionar, para así poder ver a los demás con una mirada más limpia y dar lo mejor de nosotros mismos. Solo cuando nos miramos de forma honesta somos capaces de ver al otro para ofrecer lo que nos pueda ayudar a descubrir sentido.

La habilidad de responder no nos lleva a actuar siempre de la misma forma, sino a buscar la mejor respuesta que cada uno puede dar ante una situación específica en un momento dado. No es algo mecánico o aprendido, no hay una sola respuesta correcta, pues cada uno actúa desde su propia conciencia y de acuerdo a lo que su corazón le dice que es lo mejor para sí mismo. Solo así podemos quitarnos la camisa de fuerza y dejar de estar condicionados, usando nuestra libertad para elegir cómo afrontamos lo que la vida nos pone enfrente. Si te fijas, esto no es cambiar lo que sucede, sino cómo lo abordas.

En muchas ocasiones no nos atrevemos a dar una respuesta pues no sabemos si es la mejor. La realidad es que podemos errar pues somos humanos y aún nuestra conciencia se puede equivocar. Sin embargo, intentar dar la que consideramos como la mejor respuesta en ese momento, nos anclará a lo que es valioso para nosotros, nos llevará a descubrir sentido y a poder dar algo mejor, a ver a los otros y dejar huella, por lo tanto, a sentirnos más plenos. No creo que sea mejor sentir que somos víctimas de una situación y que no podemos hacer nada, pues muy dentro de nosotros sabemos que hay una forma diferente de estar en la vida que nos pueda dar más felicidad.

Entonces somos responsables -o podemos dar respuesta- ante nosotros mismos, es decir, ante nuestra conciencia. Pero también tenemos una responsabilidad relacional, ya que no vivimos aislados. Nuestras acciones impactan a los demás y es necesario asumir lo que hacemos y las consecuencias de nuestros actos. También aquí podemos ser víctimas y pensar que es asunto del otro sentirse herido o, por otro lado, podemos elegir ver qué efecto tiene lo que decimos o hacemos sobre los demás. Es común evitar sentir culpa, a nadie nos gusta, por eso muchas veces es difícil asumir las consecuencias de nuestro hacer. Sin embargo, al no asumirlas, estamos guardando culpa ante nosotros mismos, aunque se la escondamos a los demás. Asumir nuestra responsabilidad relacional es ver a los demás habiendo pasado la mirada por nosotros mismos. Algo así:



Asumir la responsabilidad relacional también implica respetar que el otro dé su mejor respuesta ante una situación, aun cuando sea diferente a la que queramos o a la que nosotros daríamos. Finalmente, al igual que nosotros, también su conciencia se puede equivocar, pues es * humano. Ante esta circunstancia, tomar una actitud de tolerancia y perdón nos acerca a la plenitud.

El saber que tenemos la posibilidad de tomar una postura diferente, aunque no podamos cambiar la situación, nos abre la vista a poder decir que el lápiz también cae porque lo suelto, que llego tarde porque decidí no considerar la posibilidad de que hubiera mucho tránsito, que mi relación está dañada porque hago algo que detona una reacción en el otro, que contesto el teléfono porque elijo darle mi tiempo a la persona que llama, que no entrego mi trabajo porque elegí hacerlo de último momento sin considerar que podía haber un contratiempo. ¿Qué más puedes ver que está en ti hacer?



* Decidí poner dibujos binarios pues no encontré disponibilidad diferente; sin embargo, esto no representa mi visión de la definición de género.

21 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page